Amigándome con en el género autobiográfico
Alumna: García Visconti Victoria Pilar
Comisión: 07
Profesor: Castellano Santiago
Modalidad: Individual
Consigna: leer del cuadernillo de Autobiografía la parte 2. Autobiografías de escritores y las dos de estudiantes (en el apartado 5), pensar y responder en un texto las siguientes cuestiones:
- ¿Alguna autobiografía se distancia de las características canónicas del género? (fijarse en el prólogo de Beatriz Sarlo al libro Primera persona (pp.31-33), y los textos de Phillipe Lejeune (pp. 83-86), Silvia Molloy (p. 86) y Juan Carlos Gorlier (pp. 88-91)) ¿En qué? Describirla.
- ¿Qué imagen del autor construye cada una de las autobiografías? ¿Cómo lo logra? Marque en el texto y cite las zonas donde puede leerse esa imagen.
- ¿Hay ejes, temas, procedimientos que estructuren el relato?
- ¿Cuáles son los recursos o procedimientos que más le llamaron la atención? Señale y cite los fragmentos pertinentes.
- ¿Cuál es la que le resulta más atractiva? ¿Por qué?
- ¿Qué tópicos y formas tomaría prestados o "robaría" para escribir una autobiografía propia?
El término
autobiografía remite principalmente a la narración que un sujeto real realiza
sobre su propia historia, su vida. Es por ello que se pone en manifiesto, en
este tipo de género, una identidad compartida entre el autor y el narrador. Al
relatarse la vida individual, se pone en juego un plano retrospectivo que lleva
al autor a volver sobre su memoria y abrir sus “archivos” viejos e íntimos que aún
sobreviven al olvido. Al mismo tiempo, se caracteriza a la autobiografía por su
cualidad referencial, donde el campo de lo real es eminente y se antepone la
sinceridad del escritor hacia el lector. Por consiguiente, aquel que escribe,
se vuelve en determinada medida un “libro abierto”.
A partir de la
lectura y el análisis de las diversas autobiografías propuestas he podido
establecer que la mayoría de las mismas cumplen con los rasgos canónicos del
género, aunque algunas escapen de ello. En cada una, cuya narración se realiza
en primera persona, el autor muestra aquello que considera pertinente bajo su
visión y el pasado toma protagonismo. Aquellas que se distancian de la definición
preceptiva del género, si bien conservan la fidelidad a las experiencias
personales o recuerdos y su eje es la vida individual, toman otro camino o
rumbo que las alejan del marco tradicional. A modo de ejemplo, la narración de
Osvaldo Soriano, les otorga más protagonismo a los gatos que a su propia
historia o Ricardo Piglia, quien hace mayor hincapié sobre las piezas de las
pensiones y sus cartas que sobre sí mismo. A su vez, la autobiografía de la
estudiante Dámaris Rolón, no me trasmite como lectora ninguna pauta sobre su identidad
dado que simplemente rememora acontecimientos pasados que no logro hilarlos,
como establece Philippe Lejeune, a la historia de su personalidad.
Tras leer la
autobiografía de Héctor Tizón,
no consigo establecer una interpretación definida sobre él mismo, aunque relate
sus raíces y las escenas lineales de su vida. No le brinda al lector ninguna
pauta sobre cómo es él en su interior; antecede sus rasgos y/o recuerdos
banales como los adecuados a dar a conocer ya que “…comencé a morir, lentamente, hasta hoy”.
Alberto Laiseca, tampoco muestra
una autobiografía que trasmita cierta profundidad personal. No se presenta muy simpatizante
con el género en cuestión y reconstruye su vida contando lo mínimo e
indispensable siendo así partidario de su pregunta inicial: “¿Por qué entonces uno habría de ser más
sincero con un pedazo de papel?”. A pesar de ello, tiene afinidad por la
escritura que se hace explícita en el libro Los
Sorias.
“Yo no tengo biografía. Me la inventarán, un día, los
gatos…” Es esta frase la que para mí resume la imagen de Osvaldo Soriano. Un escritor que oculta
su interioridad tras la sombra felina, “…
soy uno de ellos, perezoso y distante”; y presenta un excesivo apego por el
animal que lo desvía del carácter canónico del género haciendo de su vida una
narración acortada donde cada escena muestra al gato como su compañero fiel.
La autobiografía de
Hebe Uhart pone en evidencia
la historia de su personalidad, se presenta la imagen de una autora, que tal
como lo anuncia Beatriz Sarlo en el prólogo al libro Primera Persona, administra el saber que tiene de sí misma: “…he leído siempre mucho todo lo que me
gusta o pienso que me va a gustar”, “tengo muy pocos principios o convicciones
firmes…”, “estoy bastante desinformada…”. Se podría decir que la escritora,
a lo largo de la narración se “autoconfiesa” o define a sí misma siendo
realmente detallista y con una autenticidad firme.
Sylvia Molloy,
a través de su autobiografía, muestra la imagen de una mujer atravesada por una
nostalgia que la invade por completo al hablar de “ese ladrido me devuelve a Buenos Aires, las tardes de invierno de mi
infancia… la casa del fondo…”. La escritora evade las afinidades
establecidas en Argentina: “No retomo
acontecimientos ni relaciones...”, “Todavía me cuesta, a mí que me encanta
abrir cajones ajenos” y ello destaca su aflicción y/o añoranza al recordar
su pasado.
“Mi Ángel de la Guarda es literario y le
gustan los viajes” es una cita que describe humildemente a Vlady Kociancich; la escritora que,
al abrir su corazón, pone su vida “sobre la mesa” y la relata linealmente
haciéndole un espacio a sus recuerdos más remotos junto a su familia. Los
viajes y la escritura son su hogar y su orgullo y Vlady busca que lector se
haga esa imagen sobre ella: “Le debo a
Europa una identidad de escritora…”, “Le debo a Buenos Aires un amor por su
gente…”
Ricardo Piglia, como he
mencionado anteriormente, no muestra a grandes rasgos su personalidad y a mi
entender evita mostrarla utilizando como vía de escape la narrativa de las
cartas de ambas pensiones. Desde mi perspectiva, Piglia se haya a gusto con la escritura,
pero huye de la idea de narrar su propia existencia dado que nunca se permite
frenar para pensar en sí mismo viviendo “…
dos vidas, en dos ciudades como si fuera dos tipos diferentes…”, “…metido en un
mundo escindido…”
En la autobiografía
de Rodolfo Walsh, es posible
observar una linealidad en los recuerdos narrados por el propio autor. Se
muestra dispuesto y honesto al momento de compartir su historia de vida, en la
que incluye su camino hacia la literatura. Trasmite una sensación de calidez a
través de sus palabras, de un hombre libre “…
disponible para cualquier aventura, para empezar de nuevo, como tantas veces.”
Dámaris Rolón presenta una imagen
desordenada que se efectiviza por medio de las dos historias paralelas narradas
que solo al final se conectan. Una nueva vida y una muerte. Desde mi punto de
vista, no hay cualidades notorias de su interioridad a lo largo de la narración
tan solo melancolía por el fallecimiento de su abuelo y un amor fraterno por el
bebé que, al mirarlo “Entendí todo.”
“En fin, todo y todos pasaron sobre esta mesa”, engloba
toda la narración de Inti Caporale
Leal-Marchena, quien relata una secuencia lineal y detallista de
su vida. La retrospección le ha brindado la posibilidad de hallarse en diversos
escenarios junto a la mesa que posee un valor simbólico. Es a partir de allí,
donde se construye una imagen de una autora dedicada, familiera y alegre.
El relato
autobiográfico establece como eje la historia personal del propio escritor que
lo hace remitirse a su pasado, a sus raíces, a imágenes perdidas en la memoria.
Poner en palabras la “película” de la vida individual resulta diferente en cada
autor, puesto que las personalidades no han de ser las mismas. Expresarse y/o hacer
que los recuerdos hablen, supone un trabajo de introspección de aquel que
escribe. El tópico es la vida del que narra, aunque, como hemos visto, algunos
tomen otra dirección. A partir del análisis hecho, he podido observar que no
todas las autobiografías son cronológicas o comienzan con el nacimiento de la
persona. Desde mi perspectiva, este género permite un estilo libre ya que al
fin al cabo es muy personal/particular la escritura.
Luego de haber
leído las autobiografías propuestas he notado la puesta en uso de diversos
recursos o procedimientos; entre ellos, cabe destacar, la reincidencia del término
“Después” al inicio de varios párrafos de la narrativa de Tizón; la minuciosa
escritura de Hebe Uhart: “Desde hacen más
de treinta años trabajo en la docencia, primaria secundaria, ahora
universitaria, privada, pública, de adultos.”; la evocación continua al
recuerdo que presenta el texto de Molloy, “…
me veo de nuevo viviendo en Palermo, me veo comprando remedios en la misma farmacia…”,
“… retomar aspectos de la vida que dejé allí hace más de 25 años.” “… cuando
vivía allí…”. Otro recurso que ha llamado mi atención fue la irrupción de
la historia de las cartas misteriosas en la autobiografía de Piglia; una
historia dentro de otra, es decir, una narración enmarcada de la que el
narrador también forma parte: “... yo
estaba en un mundo escindido y que había otros dos que también estaban metidos
en un mundo escindido…”. Lo mismo ocurre en el relato de Dámaris Rolón, donde
se cruzan ambas historias paralelas: “Me
pidió que te cuide hasta que ella regrese. No me negué, pero por dentro pensé
que era una desconsiderada…”
De todas las autobiografías
estudiadas, me resulta más atractiva la de Inti Caporale Leal-Marchena “Sobre
la mesa.” El pasaje de sus recuerdos, de la oralidad a la escritura, me resulta
muy ameno más allá de la linealidad que mantiene hasta el final. Cuenta su
historia de manera humilde y sencilla provocando una sensación de complicidad y
afinidad con el lector. A través de la narración, es posible observar como un
sentimiento de emoción, ternura y afecto ha quedado fijado en sus recuerdos y
yo me hallo identificada con su relato.
A la hora de
relatar mi propia autobiografía tomaría prestados el recurso de Hebe Uhart,
dado que yo misma me considero igual de puntillosa a la hora de poner en
palabras la historia de mi vida y la forma en que Sylvia Molloy rememora su
pasado y se “ve” en él. Este último aspecto me resulta muy cercano y me gusta traer
a la memoria recuerdos almacenados en un cajón que hacen a mi historia.
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