Profundizando junto a Poissant y Casas

Alumna: García Visconti Victoria Pilar
Comisión: 07
Profesor: Castellano Santiago
Modalidad: Individual

Consigna: La idea es que tomen los cuentos de Fabián Casas y David Poissant, que están en el campus (TEMA 9), los lean y hagan una nota de lectura, en la que den cuenta de cuál es el "estilo" de cada uno, qué tópicos o temas aparecen, cómo desarrollan a los personajes y qué tipo de narradores construyen, así como los recursos que les parezcan más interesantes.

A partir de la lectura de El cielo de los animales y El Hombre Lagarto de David Poissant, es posible dar cuenta de la reiteración del personaje (principal) de Dan y la insistencia sobre determinados lugares, situaciones, tópicos y sujetos de gran relevancia que comparten ambos escritos. Los dos relatos encierran tramas distintas, aunque guardan relación entre sí: se haya enlazado uno con otro pues sus historias narran fragmentos significativos de la vida del protagonista, manifestando una conexión esencial y determinante al momento de reconstruir la crónica completa que el propio escritor se dispone a revelarnos a su debido tiempo. Tras haber leído ambas narraciones, el lector puede comprender con mayor precesión y detalle las memorias o acontecimientos vivenciados por Dan y el vínculo distante y frío que sostiene con su hijo Jack. 

En orden cronológico, El Hombre Lagarto resulta previo a El cielo de los animales. El escrito relata un periodo de la vida de Dan luego de descubrir la orientación sexual de su hijo y adoptar frente a ello una posición cruel, negadora, despiadada y poco reflexiva que lo ha alejado definitivamente de su familia. Es Cam, su fiel amigo, quien le brinda su ayuda para salir de aquella pesadumbre y soledad en la que se había adentrado. La historia relata el singular episodio en el que ambos compañeros se emprenden ante el fallecimiento del padre de Cam y la visita a su extraño hogar donde los aguarda un caimán enjaulado al que intentarán dejar en libertad. 

Dan es quien narra en primera persona los sucesos de la historia, brindándole al lector la posibilidad de conocer con más profundidad los pensamientos y sentimientos que lo atraviesan en cada ocasión. La relación padre e hijo – tanto en Dan como en Cam-, la brutalidad del protagonista, el recuerdo constante de Jack, el deseo por recuperarlo y que su hijo lo perdone, el arrepentimiento, la culpa por haber perdido a su familia a causa de su accionar, la anhelación por retroceder el tiempo, la masculinidad, y la no aceptación y/o comprensión de la homosexualidad de su hijo, han de ser algunos de los temas que recorren al cuento en cuestión. El tiempo y la vergüenza han sido sus mayores adversarios. Sin embargo, no era del todo tarde, ¿o sí? 

Las frecuentes retrospecciones del narrador hacia su lastimoso pasado resultan beneficiosas para el narratario a la hora de recomponer la historia de Dan junto a su hijo y entender las diversas cuestiones que afligen su corazón. Poissant presenta una destacable destreza narrativa pues utiliza los recursos temporales de tal forma que concibe – y nos regala- dos relatos complejos, aunque realmente cautivadores. 

El narrador interrumpe la secuencia lineal de los hechos al evocar sucesos que han acontecido en un tiempo anterior al punto en el que se encuentra la historia (presente de la enunciación). Las alternaciones en el tiempo y el orden de los sucesos del relato y la utilización de la técnica de la analepsis, favorece a la recuperación de valiosos datos, momentos o secuencias de un pasado no tan lejano – que interpretan Jack, su padre y su madre Lynn -que funcionan dentro del cuento como explicaciones a los comportamientos y/o reflexiones del propio Dan y la dolorosa distancia que mantiene con su hijo. 

El cuento El Hombre Lagarto, al igual que El cielo de los animales, exhiben una modificación en el orden temporal o lineal de los hechos y es por ello que dan comienzo a la historia central del protagonista (que envuelve también a su hijo) desde un punto intermedio o in medias res y no empiezan por el inicio de la misma (cuyo punto de partida podría ser el momento previo a conocer la inclinación homosexual de Jack); a su vez, ambas narraciones exhiben a los demás personajes – principalmente Cam y Marcus - ya introducidos en el trágico desenvolvimiento de ésta. En consecuencia, ambos relatos abren paso a una serie de incógnitas que impulsarán la formulación de diversas hipótesis de lectura por parte del pertinente lector y serán resueltas al regresar sobre los hechos ocurridos en el pasado; la dolorosa historia que comparten Dan y Jack cobra mayor sentido a medida que se van esclareciendo diversos asuntos que se presentan a lo largo del relato y que no han de ser cerrados en ese preciso momento – su debida conclusión requiere del empleo estratégico de la analepsis-. 

Ambos cuentos de Poissant hacen uso de pausas reflexivas y descriptivas – prolija caracterización de Jack y minuciosa descripción de otros personajes, paisajes y escenarios- como recurso que, si bien impide el avance del relato o interrumpe el ritmo narrativo de los acontecimientos, nos advierte (como lectores) sobre determinados rasgos que distinguen al respectivo narrador – por ejemplo: sus intenciones al elegir qué contar, qué elidir y sobre qué puntualizar- y nos adentra aún más en la historia al brindarnos la oportunidad de imaginarnos aquello que detallan con tanta sutileza. 

En El Hombre Lagarto, Dan le otorga distintos niveles de importancia a los acontecimientos que relata pues es notable su reiterada e incesante vuelta hacia aquel angustioso pasado junto a su hijo, dejando en segundo plano la narración de la insólita situación en la que se haya junto a el caimán. La apreciación de los hechos desde la perspectiva del protagonista supone una limitación o condicionamiento de la concepción de la realidad: el lector obtiene una determinada versión de los hechos al mismo tiempo que conoce con más intensidad al personaje de Dan – a partir de sus actitudes, interpretaciones y sensaciones que lo invaden continuamente-. 

Tal como se ha mencionado anteriormente, El cielo de los animales es posterior a El Hombre Lagarto pues presenta el desenlace de la dramática relación entre Dan y su hijo. Ha transcurrido una década desde la última vez que se han visto y la cercana e inevitable muerte de Jack – a causa del SIDA- los vuelve a unir, aunque el tiempo se convertirá en su mayor enemigo y jugará en su contra. 

El cuento relata el viaje que realiza Dan hacia el esperado reencuentro de su hijo. A lo largo del camino, se presentan diversas situaciones, sitios, personajes e indicios que trasladan al protagonista hacia el pasado compartido con Jack; los recuerdos aparecen sin preaviso y de manera constante, revelando diversos momentos lejanos vivenciados por ambos que favorecen a un oportuno entendimiento de lo que ha ocurrido entre ellos y cómo han llegado a este vínculo tan distante y desolador. 

Poissant instala un narrador omnisciente u externo a los hechos que conoce los pensamientos, emociones, anhelos y ocurrencias que atraviesan a Dan y sabe tanto como el protagonista sobre los acontecimientos que componen la historia (su percepción de los sucesos podría llegar a ser igual o similar a la de Dan). Por consiguiente, el escritor crea una relación especial con su lector al introducirlo en el mundo interno del personaje principal. 

Nuevamente aparece en Dan la cuestión del remordimiento, de la vergüenza y la aflicción, del peso de sus acciones pasadas, del amor no declarado hacia su hijo y su dificultad al momento de aceptarlo tal cual es; se hace también presente el tema del miedo a no llegar a acompañarlo en su lecho de muerte, de que Jack lo perdone, el tiempo perdido e irrecuperable junto a él y la tristeza, y soledad que envuelve al protagonista. 

No obstante, cabe destacar una cierta evolución en el personaje de Dan puesto que la próxima muerte de Jack y sus diversas conversaciones con él, lo conducen a adoptar una actitud más abierta respecto a la inclinación sexual de éste pues comienza a comprender que el cariño por él debe superar cualquier obstáculo y terquedad posible. 

¿Volvería a ver a su hijo? ¿Llegaría a tiempo para despedirse? Finalmente, no pudo estar junto a él al momento de morir y decirle todo aquello que deseaba. Había perdido a su hijo una vez más. ¿Qué hubiese ocurrido si llegaba? Es un cuento cuyo remate deja reflexionando a todo aquel que se atreve a leerlo. 

Los respectivos cuentos de Fabián Casas también se conectan entre sí, aunque de un modo particular, distinto al de los escritos de Poissant; las historias que encierran Ocio y Asterix, el encargado, transcurren de manera simultánea en un determinado tiempo y espacio que ha concebido el propio autor. Se manifiesta la repetición de ciertos personajes, sitios y tópicos en ambos relatos ya que sus protagonistas comparten un definido contexto u entorno que los acompaña de principio a fin: el peculiar mundo de la literatura y la poesía combinado con un estilo de vida un tanto pausado e impreciso. 

En Ocio, Andrés Stella cuenta puntillosamente su historia en primera persona deteniéndose - de forma continua - en la descripción de su perezosa vida diaria donde las drogas, el Bar Astral, su incondicional amigo Roli, los Beatles y los libros conforman su incierta juventud. La desintegración interna de su familia tras la muerte de su madre, la búsqueda de un sentido a su existencia, el valor de la amistad, su refugio en la lectura, la débil entrada al ámbito de la escritura, la soledad y su inserción en el peligroso mundo de las drogas como consumidor y vendedor, han de ser algunos de los asuntos que atraviesan al cuento. 

Destaco la división personal que realiza el narrador sobre las etapas y/o momentos trascendentales de su vida; Andrés nombra determinados episodios de sus memorias de una forma bastante peculiar que ha llamado notablemente mi atención: proclama a su niñez como “La Escolástica de mi Viejo”, su adolescencia como “El Imperio de los Sentidos” y, a pesar de que su actual faceta aún no posee un título específico (pues está profundizando sobre ella), envuelve “La ascensión y caída del príncipe Roli”. 

Casas utiliza el recuso del relato enmarcado en Ocio pues incluye dentro de la narración principal, la breve historia u anécdota de Sergio Narvaiz junto a su gato y el portero del edificio de la calle Yerbal – crónica que luego será retomada y ampliada en Asterix, el encargado-. Tal como se ha mencionado previamente, en ambos cuentos aparece el personaje de Roli, de Rodolfo Lamadrid y Daniel Dragón junto a la correspondiente alusión a la revista de poesía de estos dos últimos y al Bar Astral de la Avenida Corrientes – lugar de encuentro y escenario de numerosas secuencias de Ocio -. 

Cabe mencionar que, a partir del uso oportuno de pausas descriptivas – que contribuyen a la formación de un relato moroso - el escritor no sólo le permite al lector distinguir las acciones que verdaderamente mueven al relato, sino también adentrarse en la interioridad del protagonista. El narrador detalla sus pensamientos, emociones, reflexiones y escenas de su cotidianeidad al mismo tiempo que caracteriza a otros personajes de su entorno, rememora a su madre y puntualiza sobre sucesos irrelevantes para la historia central. De esta forma, Andrés le brinda al lector la posibilidad de conocer aquella sensibilidad, pasión y desolación – en cierto punto romántica o poética - que lo habita; se dispone a contarnos su historia de la misma manera en que lo haría su corazón. Citando textualmente al personaje de Picasso en un momento especifico del cuento: “Con buenos sentimientos no se hace literatura.” 

La narración de Asterix, el encargado despliega un capítulo de la vida de Sergio Narvaiz, quien se dispone a contarlo en primera persona pues para él resulta imprescindible que el lector conozca este fragmento de su historia para entender cómo ha llegado al día en tuvo satori. Con la mirada puesta sobre dicho horizonte u objetivo, el joven protagonista relata minuciosamente la relación amorosa que entabla con Susi, su consecuente mudanza al edificio amarillo de la calle Yerbal, la historieta del gato, su nexo con el mundo literario y su vínculo amistoso con Asterix, el portero - a quien luego culpan de un doble asesinato en Boedo-. Es el lazo entre ambos, lo que conduce al protagonista hasta aquella escena en el Bajo Flores donde vivencia una suerte iluminación o instante de revelación e inspiración que lo encamina a escribir luego esta historia. 

Otra vez, se hace presente el tema de la soledad, la melancolía, el abandono, la escritura y la serenidad con la que Sergio lleva adelante su vida. El relato presenta sutiles descripciones de otros sujetos integrantes del cuento y escenografías a la par de meditaciones u apreciaciones del protagonista que producen un efecto atrayente e interesante en la lectura. 

Los cuatro cuentos me han gustado mucho dado que considero que ambos autores han utilizado las técnicas y/o estrategias narrativas de un modo muy acertado que cautivó completamente mi atención y mi deseo por continuar leyendo. He disfrutado con mayor ímpetu las narraciones de Poissant pues el regreso sobre el pasado del protagonista ha sido realmente tan bien propuesto que me he sentido dentro y parte de la historia de éste.

 



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