Mi cruz
Alumna: García Visconti Victoria Pilar
Comisión: 07
Profesor: Castellano Santiago
Modalidad: Individual
Profesor: Castellano Santiago
Modalidad: Individual
Consigna: A partir del microcuento que escribieron (o que van a escribir): hacer 3 versiones del mismo, cambiando de género, o llevándolo a un género que les interese. La versión puede ser más cercana (mantener la secuencia de acciones y los personajes, pero cambiar de ambiente, época, final) o puede ser más lejana (que el protagonista sea un personaje lateral, que se cambie el punto de vista desde donde se cuenta, se agreguen personajes, se modifiquen las acciones, se altere el orden temporal, por ejemplo contar desde el final y hacer flashback...), lo principal es que haya alguna semejanza entre el primer texto y el nuevo.
Versión del cuento "Carta a un alma afligida"
Género: Tragedia
Lo trágico resulta cuando se rompe aquella guarida que cuida de nuestra esencia; dejándolo a uno al descubierto, expuesto, humillado, sin refugio. Como si estuvieses desnudo, tratando de esconderte, mientras tu ser se trasparenta ante otros ojos… En mi caso, esa mirada le pertenece al hombre más cruel y sádico que he conocido. El dueño de mi cicatriz más profunda. Su rostro, sus gestos, su risa trastornada de aquella noche que ha marcado mi destino, no dejan de perseguirme. Recuerdo todo de manera puntillosa, como si la vida me jugara otra mala pasada obligándome a no olvidar. La tentación a ello, sin embargo, resulta muy aguda en estos momentos.
Mis sueños evocan aquellas escenas sin anestesia. Él se me acerca desvestido en medio de la penumbra con mi mujer de su brazo, pero yo estoy paralizado. No logro moverme, no tengo voz. Mi cuerpo está dormido, impidiéndome defenderme y, mucho peor, defenderla. Escucho sus gritos de miedo, de auxilio, de terror mientras es acariciada por esa bestia humana que disfruta aprovecharse de ella. No consigo pararme, lucho con todas mis fuerzas desgarrándome por dentro, pero pierdo la batalla. Su figura se me aproxima. Me desviste y abusa de mí. Yo no puedo moverme. Mi mujer es sometida a observarme.
No encuentro la fortaleza para protegerme, estoy quieto. La silueta de mi amada se desdibuja. Nunca más tendría el coraje de mirarla. Se me ha quebrado el alma y he dejado de sentir, me avergüenzo de mí mismo.
Estoy vacío, me han partido a la mitad. Me despojaron de mi esencia, ya no soy yo. No sé quién soy. La realidad se difumina entre visiones de mi pasado que no dejan de torturarme. No puedo soportar este dolor. Mi cruz es más pesada de la que yo puedo cargar. ¿Para qué seguir vivo si solo recordaría ese momento? ¿Cómo volver a los brazos de mi enamorada si la he descuidado de tal forma? ¿Qué sentido tiene existir si me han arrebatado aquel escudo que protegía mi ser? No, no confío en que pueda ser salvado.
Ojalá pueda sanar, como dice Fray Ignacio en la carta que me ha escrito. Ojalá este lugar alivie el martirio al que estoy condenado y me demuestre que aún tengo un propósito.
“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos … Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados…”
Género: Tragedia
Mi cruz
Hay un espacio adentro mío que nadie más conoce. Un sitio privado, secreto, que se oculta detrás de mi cuerpo. Un rincón del corazón donde habita la parte más íntima de mi existencia. Quizás sea el alma, aunque no podría asegurarlo; aquel espíritu que te hace ser vos mismo y nadie más. Un lugar que todos tenemos, o al menos eso me he limitado a creer durante mucho tiempo. Lo trágico resulta cuando se rompe aquella guarida que cuida de nuestra esencia; dejándolo a uno al descubierto, expuesto, humillado, sin refugio. Como si estuvieses desnudo, tratando de esconderte, mientras tu ser se trasparenta ante otros ojos… En mi caso, esa mirada le pertenece al hombre más cruel y sádico que he conocido. El dueño de mi cicatriz más profunda. Su rostro, sus gestos, su risa trastornada de aquella noche que ha marcado mi destino, no dejan de perseguirme. Recuerdo todo de manera puntillosa, como si la vida me jugara otra mala pasada obligándome a no olvidar. La tentación a ello, sin embargo, resulta muy aguda en estos momentos.
Mis sueños evocan aquellas escenas sin anestesia. Él se me acerca desvestido en medio de la penumbra con mi mujer de su brazo, pero yo estoy paralizado. No logro moverme, no tengo voz. Mi cuerpo está dormido, impidiéndome defenderme y, mucho peor, defenderla. Escucho sus gritos de miedo, de auxilio, de terror mientras es acariciada por esa bestia humana que disfruta aprovecharse de ella. No consigo pararme, lucho con todas mis fuerzas desgarrándome por dentro, pero pierdo la batalla. Su figura se me aproxima. Me desviste y abusa de mí. Yo no puedo moverme. Mi mujer es sometida a observarme.
No encuentro la fortaleza para protegerme, estoy quieto. La silueta de mi amada se desdibuja. Nunca más tendría el coraje de mirarla. Se me ha quebrado el alma y he dejado de sentir, me avergüenzo de mí mismo.
Estoy vacío, me han partido a la mitad. Me despojaron de mi esencia, ya no soy yo. No sé quién soy. La realidad se difumina entre visiones de mi pasado que no dejan de torturarme. No puedo soportar este dolor. Mi cruz es más pesada de la que yo puedo cargar. ¿Para qué seguir vivo si solo recordaría ese momento? ¿Cómo volver a los brazos de mi enamorada si la he descuidado de tal forma? ¿Qué sentido tiene existir si me han arrebatado aquel escudo que protegía mi ser? No, no confío en que pueda ser salvado.
Ojalá pueda sanar, como dice Fray Ignacio en la carta que me ha escrito. Ojalá este lugar alivie el martirio al que estoy condenado y me demuestre que aún tengo un propósito.
“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos … Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados…”
Comentarios
Publicar un comentario