La metamorfosis de mi escritura - Autoevaluación del Primer y Segundo Cuatrimestre



La metamorfosis de mi escritura 

                                                             ¿Quién está dispuesto a desplazarse, a desaforarse, a descentrarse, a descubrirse? – Julio Cortázar. 

Mi relación con la escritura en tiempos de pandemia se ha tornado en un sensacional y precioso desafío. A pesar de la incertidumbre y el desasosiego, como piso y cimiento del contemporáneo estadio social, he tenido la posibilidad de conocer y disfrutar de la vida universitaria desde un prisma sumamente distinto. El mundo de la literatura y de las palabras me esperaba con los brazos abiertos y fue este taller el que me ha dado el empujoncito que necesitaba para abrazarlo con todas mis fuerzas. 

A través de él, una parte de mí volvió a nacer. Me encontré nuevamente disfrutando del arte de escribir, bailando entre letras y aprendiendo de mis errores. Por mucho tiempo, había olvidado la hermosa libertad que envuelve al momento de la escritura y cómo ésta puede conducirte por tan disparatados caminos. Había arrinconado mis ocurrencias, historias e ideas, llenas de polvo, sin tener el valor de traspasarlas a algún formato digital por miedo o vergüenza a que alguien más las lea. No recordaba aquel estado de frenesí que implica el bello acto de apropiarse de las palabras. Para volverlas eternas, infinitas. 

Tal como lo dice Cortázar, esta materia me da la oportunidad de descubrirme en cada paso que doy. En cada palabra que escribo. Me invita a desplazarme, a salir de la comodidad de escribir por costumbre o desenvoltura y adentrarme en nuevos senderos literarios que me permiten florecer desde otro costado. 

No me resultó fácil lograr frases cortas ni cuentos breves. Me suelo desbordar en palabras, pensamientos, sentimientos. Y me encanta. Quiero que mis letras sean libres. Que fluyan sin prisa. Que se desvíen y tomen su propio rumbo. Quiero que salgan del corazón con toda su intensidad y se desparramen sobre un trozo de papel con el movimiento fugaz de mi muñeca izquierda. Porque sí, aun en estos tiempos tan tecnológicos, sostengo mi fidelidad a los manuscritos, sitio donde lo sentido, lo imaginado, lo recordado y lo creado, se torna inmortal. 

Gracias a este taller he podido conectarme con las palabras de otro modo y refugiarme en ellas. La modalidad virtual no ha sido impedimento para conocernos entre todos los compañeros, ir perdiendo la timidez en cuotas y sentirnos acompañados a pesar de la distancia. Durante los meses transcurridos, he compartido con confianza mis historias y he tenido la suerte de escuchar muchas más, de aprender de mis pares y de sus tan diversas formas de escribir. Las actividades propuestas en ambos cuatrismestres me resultaron muy ingeniosas y entretenidas. Particularmente, disfruté mucho de la escritura de cuentos propios y del intercambio de cartas entre personajes famosos, dejando que la imaginación se eleve y tome la dirección más ocurrente. Y creo que este es uno de los objetivos más valiosos de la materia: impulsarnos a volar, a imaginar, a disfrutar y creer en nosotros mismos y en lo que somos capaces de lograr con las palabras. 

El escribir se ha convertido en un hábito que encierra miles de emociones diarias. Escribir sana. Nos abraza. Nos desbarata y nos rearma. Nos deja soñar y nos ayuda a crecer internamente. Durante este año aprendí varias cosas, pero una de las más importante es que el amor puede existir en muchas formas, y una de ellas es a través de la literatura. 

Me gusta detenerme a observar mi escritura y sus transformaciones a lo largo de ambos cuatrimestres. Disfruto de su diversidad y del aprendizaje logrado. Me entusiasma pensar a mi escritura como una mariposa; aquella que, tras un largo proceso de metamorfosis, asoma sus alas coloridas con una belleza singular y especial. Lista para volar y continuar creciendo y aprendiendo. 

                                                                  

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